La figura de las “Karen” es famosa en memes, la clásica señora blanca americana que reclama sus derechos y su libertad hasta el ridículo. “Quiero hablar con el gerente” debe ser su frase más popular. Y si, son un desastre... pero a veces entiendo de dónde vienen.
Y es que estas personas no son mas que una manifestación adicional de algo que pasa en todos lados: Seres humanos que se aferran a un pedacito de control o libertad que creen tener en su vida, porque aceptar que no se controla nada es demasiado.
Alguna vez un profesor de mi juventud me contó la historia del más poderoso de los titanes griegos: Cronos. El titán del tiempo era el más fuerte de todos, nadie podía vencerle... excepto, por algún tiempo, Mnemosyne, la titán de la memoria. Y es que la memoria puede luchar contra el paso del tiempo por un periodo pero, a la larga, el tiempo termina ganando.
Las personas vivimos con la ilusión de que tenemos control total sobre nuestras decisiones, nuestras vidas, nuestro futuro, libre albedrío. Pero no es así. Sólo tenemos un poquito de control dentro de un espacio muy limitado. No podemos ir a dónde queramos, existen líneas imaginarias que no podemos cruzar porque es ilegal, tenemos restricciones de recursos, existen zonas en las que es imposible vivir. No podemos hacer lo que queramos, existen límites legales y presiones sociales. No podemos siquiera elegir de quien nos enamoramos, o elegir desenamorarnos de alguien a propósito. No podemos elegir sentir o no algo.
Y la mayor ilusión de todas es la permanencia. Las antiguas religiones del mundo tienen razón en definir la impermanencia como la causa principal de todo el sufrimiento humano.
Yo no me considero seguidor de ninguna religión, pero creo que si este concepto de la impermanencia, tan presente desde el budismo hasta las religiones paganas de Europa, fuera más popular... la humanidad sería más feliz y perseguiría tantas tonterías de corto plazo o tendríamos que sufrir con Karens.