Más allá de la IA
Hoy estaba escuchando el último capítulo del podcast “Intelligent Machines” en el que entrevistan al científico Stephen Wolfram. Encontré una perspectiva refrescante y mucho más matizada sobre el futuro de la IA. Curiosamente, esta visión tiene un paralelo sorprendente en una serie de novelas de ciencia ficción que me encantan.
Wolfram argumenta que la Inteligencia Artificial General (AGI) es un concepto fundamentalmente impreciso. Buscamos crear algo que haga “todo lo que hace un humano”, pero esto es una meta inalcanzable por definición. Siempre encontraremos alguna característica única que distinga a los humanos, ya sea nuestra mortalidad, vulnerabilidad a enfermedades, o algún otro aspecto de nuestra experiencia. Esta obsesión por replicar exactamente la inteligencia humana puede estar desviándonos de una comprensión más productiva de lo que realmente estamos creando.
Un segundo punto fascinante que menciona es que la naturaleza ya ejecuta procesos computacionalmente más complejos que nuestros cerebros. El clima, los ecosistemas y otros sistemas naturales realizan cálculos de una complejidad asombrosa. Sin embargo, no los consideramos “inteligentes” porque no se alinean con lo que los humanos valoramos como inteligencia.
Wolfram nos invita a reconocer entonces que las IAs pueden volverse increíblemente poderosas computacionalmente, sin necesariamente replicar la inteligencia humana. Son entidades diferentes realizando cálculos diferentes. En lugar de preocuparnos sobre si las máquinas nos “superarán”, Wolfram sugiere que el futuro consistirá en una relación pragmática con una “civilización de IAs” como recurso computacional. Interactuaremos con estos sistemas para lograr objetivos específicos, y algunas cosas ocurrirán simplemente porque es el curso natural del desarrollo de las IAs.
Esta visión tiene un paralelo sorprendente con la serie de ciencia ficción “La Cultura” de Iain M. Banks. En estas novelas, Banks imagina una civilización donde humanos y superinteligencias artificiales (llamadas “Mentes”) coexisten en una relación simbiótica. Las Mentes son indiscutiblemente más poderosas que los humanos y gestionan la infraestructura de la civilización. Sin embargo, esta relación no es de subordinación, sino de colaboración. Las Mentes tienen personalidades y motivaciones propias, diferentes a las humanas, pero suficientemente alineadas para permitir una civilización compartida.
Lo que hace que “La Cultura” sea tan relevante versus lo que Wolfram comenta es que Banks nunca cayó en la trampa de presentar a las Mentes como versiones mejoradas de humanos. Son entidades fundamentalmente diferentes, con sus propias formas de pensar y existir.