impermanente

Algunas cosas requieren más espacio

Quería que este blog tenga también recomendaciones de algunos libros que me gustan y para la primera de ellas aposté por algo que podría generar polémica =) y es que este libro podría parecer de auto-ayuda o podría ser considerado ofensivo si es que se le recomienda a alguien con creencias religiosas muy ortodoxas. Pero no, no va de eso, este es un libro que puede ser muy útil para todos nosotros de la misma manera en que meditar un poco cada cierto tiempo lo es.

El autor, que es psicólogo y catedrático, utiliza conceptos psicológicos y filosóficos modernos, así como la teoría de la evolución, para explorar y explicar las enseñanzas budistas. Esto de por sí ya es interesante, aunque sea como análisis. Pero lo bueno viene cuando él argumenta que la filosofía budista tiene una base científica sólida y ofrece pruebas y ejemplos. Es decir, lo que dice la filosofía se sustenta en lo que sabemos del funcionamiento del cerebro y nuestra mente hasta hpy.

Consciente de la sobre-simplificación, uno podría decir que la esencia del budismo se resume en que los seres humanos sufrimos y hacemos sufrir debido a que no vemos el mundo tal como es. Vivimos con la ilusión de que tenemos control total sobre nuestras decisiones, nuestras vidas, nuestro futuro, libre albedrío.

Pero no es así. Sólo tenemos un poquito de control dentro de un espacio muy limitado. No podemos ir a dónde queramos, existen líneas imaginarias que no podemos cruzar porque es ilegal, tenemos restricciones de recursos, existen zonas en las que es imposible vivir. No podemos hacer lo que queramos, existen límites legales y presiones sociales. No podemos siquiera elegir de quien nos enamoramos, o elegir desenamorarnos de alguien a propósito. No podemos elegir sentir o no algo.

Y la mayor ilusión de todas es la permanencia, algo que el budismo ataca frontalmente. La práctica meditativa budista promete la posibilidad de percibir el mundo y a nosotros mismos con mayor claridad, llevando a una felicidad profunda y sostenible. Me parece que este libro combina el rigor científico con la sabiduría espiritual para enseñarnos cómo vivir libres de ansiedad, culpa y odio. Todo esto proporcionando una visión práctica sobre cómo las enseñanzas budistas pueden aplicarse para mejorar el bienestar personal, independientemente de las creencias religiosas.

¡Espero le den una oportunidad! Y si lo hacen, que me cuenten qué tal les fue. Por supuesto, traten de adquirir el libro en la librería de su barrio, les aseguro que es la mejor manera de empezar a hacer mejor las cosas.

Yo estaba recién empezando la universidad cuando falleció mi tío más cercano. Él no solo era hermano de mi padre, sino que se había casado con la hermana de mi madre, por lo que yo tengo un grupo de primos hermanos con exactamente mis mismos apellidos. No solo lo veía todos los fines de semana sino que viví en su casa algunos meses. Era además el dentista de toda la familia.

A pesar de esa cercanía, sin embargo, mi tío no era de las personas que daban besos o abrazos. Yo lo saludaba y me despedía siempre un poco distante porque no quería invadir su espacio personal y forzarlo a algo que sabía que no le salía natural. Por años fue siempre esa nuestra dinámica.

Hasta su última semana de vida, cuando lo visité en el hospital. Ya súper delgado y con muchos tubos en el cuerpo, al despedirme quise abrazarlo. Entonces le dije, tío, yo sé que tú no eres fan de los abrazos pero quisiera darte uno ahora. Él abrió los ojos con una cara de sorpresa total.

Yo pensé que el que no gustaba de abrazos eras tú, me dijo. Por eso no te daba nunca ninguno, por no incomodarte. Ahí estaba, veinte años de un malentendido, miles de abrazos perdidos.

Nos dimos un gran abrazo, el último, y aprendí que nunca debe uno asumir cosas y quedarse callado. Feliz aniversario tío, esas muelas que me curaste siguen ahí perfectas.

Hoy en día es posible usar los llamados “stylus” o lápices electrónicos en tabletas como el iPad o la reMarkable. Algunos dispositivos móviles y laptops también lo incluyen. Y es que nadie niega que la interacción con un lápiz abre un abanico de posibilidades y se siente diferente. Pero ¿por qué no darle de nuevo una oportunidad los clásicos lápiz y papel?

Sí, esa es mi nueva recomendación: Vamos a volvernos locos y regresar a la manera tradicional de tomar notas. Y es que según diversos estudios científicos, escribir a mano tiene varias ventajas cognitivas sobre escribir con teclado.

16 Leather Notebooks for Every Type of Writer in 2021 | SPY

Escribir a mano requiere comunicación entre las cortezas visual, sensorial y motora del cerebro. Esto resulta en la formación de una red neuronal con una conectividad más compleja cuando se escribe a mano. Escribir a mano obliga al cerebro a involucrarse mentalmente más con la información, mejorando la comprensión de lectura. Al ser más lento, hace que sea más difícil tomar notas textuales, por lo que uno debe procesar y resumir la información de una manera que tenga sentido para él, desarrollando una comprensión conceptual más sólida. Y también complementar lo que se escribe con dibujos y gráficos y flechas y otras cosas que, sin querer, obligan al cerebro a transformar conceptos.

Y si vamos a hacer esto, pues hagámoslo bien, con estilo. Yo he empezado a usar el cuaderno de la imagen, un Moonster con tapas de cuero y papel de algodón, que tiene además apariencia de ser antiguo. Pero existen otras muy buenas opciones, desde las clásicas de Moleskine y Leuchtturm hasta marcas indie. Y si bien yo uso unos bolígrafos de tinta líquida de Yukama que van muy bien, creo que cada uno tiene una marca favorita de boli que ama… y el sentir cómo se desliza por el papel es, en sí, ya una experiencia que vale la pena recordar.

Anímense, tal vez al inicio duela un poco la mano por la falta de costumbre, pero van a ver que esta es una de esas cosas que no ha mejorado con la tecnología necesariamente.

Si bien cuando hablamos de “enshitiffication” en la tecnología normalmente nos referimos a hardware y software, hoy tuve una conversación muy interesante con colegas que también, como yo, regresaban de sus vacaciones. Queda claro que los mismos problemas que vemos en las redes, teléfonos móviles e internet lo podemos apreciar en otro sector: los coches.

Pues sí, el común denominador en los tres es que el único problema que tuvimos durante las vacaciones fue con el coche... y los tres por lo mismo: los coches modernos que se creen inteligentes y no lo son.

Yo les contaba que alguien me golpeó el coche por atrás, pero un golpe muy muy suave, íbamos despacio, así que no le pasó nada a ninguno de los dos coches y el señor se disculpó y le dije que no pasaba nada y nos dimos la mano y cada cual se fue por su lado. Pero resulta que mi coche tiene docenas de sensores ïnteligentes” y uno de ellos, aparentemente especializado en colisiones, indicaba una alerta que no me permitía mover el coche a menos que llame primero al servicio de asistencia y ellos envíen a alguien a revisar que, efectivamente, no tenía daños mayores y era seguro conducir. Porque claro, yo soy un subnormal que quería conducir un coche en malas condiciones, así que necesitaba ayuda. Por el teléfono traté de explicarle a las personas al otro lado que no era un imbecil, que el coche no tenía nada, que tenía mejores cosas que hacer que esperar. Pero no se pudo. Un par de horas perdidas.

Uno de mis colegas se había viajado a su casa en Portugal, en la que tiene una rampa de acceso al estacionamiento un poco angosta y de pendiente pronunciada, pero que él ya conoce de toda la vida de entrar y salir de casa. Pero ahora su nuevo coche “inteligente” con docenas de sensores no le permitía salir, porque calculaba el ángulo y la distancia a las paredes y sentía que las ruedas resbalaban un poco por la arena y entraba en crisis. No se movía. Digo, a pesar que había bajado sin problemas. Tuvieron que llamar al servicio a que desactiven los sensores remotamente y así salir sin problemas.

Y el tercero de mis colegas, que estaba en Francia con un Peugeot, vio como el coché de un momento a otro simplemente se volvió loco. Se le encendieron todas las alertas y todas las luces. Llamó a la Peugeot (él es francés, así que sin problemas por el idioma) y solo le podían dar cita en dos meses… mientras tanto el auto no servía, si apagaba el motor una vez más ya no iba a encender otra vez. No le quedó otra que manejar 15 horas desde Normandía hasta Madrid sin apagarlo.

La modernidad mis amigos, el futuro.

Este post nace inspirado, entre otras cosas, por el post de Adrián Perales que va sobre el dejar de llorar sobre el estado de las cosas en internet. Y es que sí, yo también estoy cada vez más llegando a una conclusión similar.

Las empresas no son nuestras amigas, pero tampoco lo eran en el 2014 ni el 2004 o en 1994. Todas buscan ganar cada vez más dinero y por ende todas caen en el ya infame circuito de la enshitification de Cory Doctorow. Pero podemos hacer algo al respecto, además de quejarnos, podemos tomar acción. A ver, que el quejarse y pelear por regulaciones que impidan el abuso está bien, no es que no tengamos que hacer esto en paralelo. Pero este proceso toma tiempo y podemos además tomar otras acciones que impacten a los abusivos de manera que no se la lleven tan fácil.

Que sí, que necesitamos regulación para el tema de los alquileres de pisos turísticos en las grandes ciudades porque las rentas se nos van de las manos, estoy de acuerdo, pero mientras tanto demostremos que existe la alternativa de vivir a unos kilómetros por la mitad del precio y bien comunicados. Que la demanda baje, porque cuando bajan los ingresos de los que abusan, entienden más rápido el mensaje.

Ayer leía la noticia sobre Subway en los EEUU, que luego de alegar que mantener el sánguche de $5.00 era imposible por los costos actuales y subirlo gradualmente hasta US$12.00, ha tenido que bajarlo a US$6.00 porque ya no vendían ninguno. Y es que, saben qué, si era posible… simplemente quieren ver hasta dónde pueden cobrar. Una vez le pregunté a una persona de Hewlett-Packard por qué si los cartuchos de tinta tenían un costo de producción de menos de un dólar, no los vendían a US$10 en lugar de US$45 para competir con los alternativos. ¿Su respuesta? Ellos sabían que el que compraba un alternativo a US$5 no iba a comprar un original aunque bajara a la mitad, así que lo más rentable era cobrarles a los que compraban original lo más posible. Y es que, gente, por eso les pagan. Pero no tenemos que aceptarlo.

Mientras luchamos por que regulen las redes sociales, por que sigan las multas antes los abusos de Apple, por que alguien le diga a las empresas de AI que robar no es buena idea… mientras eso va pasando, demostremos que lo que nos venden tiene alternativas buenas, a veces mejores, y ayudemos a otros a descubrirlas.

Hoy me pasaron uno de esos reels de redes sociales. En el vídeo, una persona se indignaba, con razón creo yo, de que un coche Mercedes-Benz con motor V8 tuviera la etiqueta ECO. Esto se debe a que contaba también con un pequeño motor eléctrico que sirve solo para ayudar a acelerar. Y sí, es la trampa de los llamados “Mild Hybrids” como la BMW X3 de un conocido que también cuenta con la misma etiqueta a pesar de tener un motor de 1.8 litros y diésel.

Bueno, la indignación va justificada. Pero el tema es que luego me puse a leer los comentarios y la gran mayoría, casi todos, tenía un mensaje que a mí me parece totalmente incongruente. Este mensaje contiene dos afirmaciones que no pueden ser ciertas al mismo tiempo:

  • Que lo de los coches eléctricos es una invención de la izquierda woke porque ni son ecológicos ni el cambio climático existe.
  • Que los ricos que pueden acceder a coches costosos son los que más contaminan con ellos gracias al tipo de trampas como la del reel.

Pero a ver, esto es pura disonancia cognitiva. Si los coches eléctricos contaminan y todo lo del cambio climático es invención, entonces los ricos con los coches no eléctricos no están contaminando más. Pero si te molesta que algunos puedan sacarle la vuelta a la ley, es que crees que la ley es válida y que los coches ecológicos son mejores.

Esto me recuerda mucho a los argumentos que uno oye sobre la migración. Que vienen a vivir de ayudas y que roban los empleos a los locales. Pero es que ambas cosas no pueden ser, es una u otra. Pero cuando se trata de discursos de odio, supongo que la lógica no importa demasiado.

Una de las cosas que más escucho y leo cuando se habla de cómo los nuevos servicios de AI (Gemini de Google, Copilot de Microsoft, Perplexity, etc.) priorizan darte respuestas directamente versus resultados de búsqueda es:

“Pero si ya nadie le va a dar clic al enlace del contenido, ¿cuál es el incentivo para los creadores de contenido en seguir creándolo?”

Es decir, que el futuro de los servicios de AI está condenado porque en algún momento, se quedarán sin contenido nuevo que asimilar, víctimas de su propio éxito.

Pero algo que se les escapa a los que dicen esto, es que ya están acostumbrados a este fenómeno de los creadores de contenido, el SEO y todo lo que nos trajo Google. Antes de la revolución de internet, ya existía un modelo similar y funcionaba: las enciclopedias y las editoriales.

En efecto, antes del internet existían fuentes “confiables” de información a las que todos recurrían. ¿Y de dónde sacaban información estas fuentes? Pues, ellas mismas tenían un equipo de personas que la generaba.

Si la revolución del AI realmente sucede (que ya no es tan seguro), yo veo un futuro cercano en el que Perplexity o Copilot sean las nuevas Britannica o Encarta. Cada una de ellas generando todo el contenido propio… y con un declive de creadores de contenido independientes.

Hace poco vi un deepfake de AI con el entrenador del equipo de fútbol de Inglaterra insultando a sus jugadores. Casi me lo creo, muchos sí lo hicieron. Estamos cada vez más cerca de vivir en un mundo en el que será imposible creer lo que vemos u oímos en internet o las redes sin un trabajo previo de investigación y validación. Pero ¿quién tiene tiempo de hacer eso?

A ver, que esto ya ha pasado antes. La razón por la que solíamos creer la información publicada en un diario y no la de un panfleto que nos alcanzaban en la calle es porque los diarios tenían cierta reputación, periodistas, editores, un código de ética. Tenían. Lamentablemente muchos diarios se dejaron llevar por el clickbait y el sensacionalismo cuando internet despegaba como fuente de noticias y ahora tampoco es que sean tan confiables todos. Pero la idea es esa.

El mundo va a necesitar expertos curadores de información, feeds a los que puedas creer, fuentes de confianza. Y ya no serán los diarios o las fuentes oficiales del gobierno, no se les puede creer ya. Probablemente sean individuos, los nuevos influencers, personas a las que uno seguirá porque sabe que lo que dicen ya pasó por un proceso de validación.

¿El medio? Espero que no sean ya las redes sociales. Espero que sea RSS o algún estándar abierto. Pero ya veremos.�

�Debo confesar que Pixelfed no me gusta del todo, por lo que ahora estaré subiendo mis fotos en esta misma plataforma vía snap.as: https://snap.as/impermanente

La figura de las “Karen” es famosa en memes, la clásica señora blanca americana que reclama sus derechos y su libertad hasta el ridículo. “Quiero hablar con el gerente” debe ser su frase más popular. Y si, son un desastre... pero a veces entiendo de dónde vienen.

Y es que estas personas no son mas que una manifestación adicional de algo que pasa en todos lados: Seres humanos que se aferran a un pedacito de control o libertad que creen tener en su vida, porque aceptar que no se controla nada es demasiado.

Alguna vez un profesor de mi juventud me contó la historia del más poderoso de los titanes griegos: Cronos. El titán del tiempo era el más fuerte de todos, nadie podía vencerle... excepto, por algún tiempo, Mnemosyne, la titán de la memoria. Y es que la memoria puede luchar contra el paso del tiempo por un periodo pero, a la larga, el tiempo termina ganando.

Las personas vivimos con la ilusión de que tenemos control total sobre nuestras decisiones, nuestras vidas, nuestro futuro, libre albedrío. Pero no es así. Sólo tenemos un poquito de control dentro de un espacio muy limitado. No podemos ir a dónde queramos, existen líneas imaginarias que no podemos cruzar porque es ilegal, tenemos restricciones de recursos, existen zonas en las que es imposible vivir. No podemos hacer lo que queramos, existen límites legales y presiones sociales. No podemos siquiera elegir de quien nos enamoramos, o elegir desenamorarnos de alguien a propósito. No podemos elegir sentir o no algo.

Y la mayor ilusión de todas es la permanencia. Las antiguas religiones del mundo tienen razón en definir la impermanencia como la causa principal de todo el sufrimiento humano.

Yo no me considero seguidor de ninguna religión, pero creo que si este concepto de la impermanencia, tan presente desde el budismo hasta las religiones paganas de Europa, fuera más popular... la humanidad sería más feliz y perseguiría tantas tonterías de corto plazo o tendríamos que sufrir con Karens.

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